Andamos de revisión de materiales y blablabla sobre la Participación Infantil. Y queríamos compartir esta idea pequeña:

Que un niño es una persona, persona integral, persona presente, es una idea ya asentada. Pero sobre lo que esto significa o las consecuencias cotidianas que tiene, no nos ponemos de acuerdo. En el ámbito del Gobierno (Gobierno de una misma y Gobierno de lo colectivo) la mayoria de nosotrs nos olvidamos de esto y construimos relaciones y estructuras (edificios, materiales, actividades…) desde la idea-habito de que los niños y las niñas son personas a medias: por construir, sin identidad, sin capacidad…animalitos bonitos a veces y molestos otras, a los que debemos dar forma y que son dependientes hasta su mayoria de edad.

Si hacemos el ejercicio de imaginar una vida empapada de la idea de integridad y presente, parece que, no sólo debemos darles ese espacio robado en el gobierno de su vida, sino que pueden ayudarnos a transgredir los límites acomodados de la mirada adulta en el gobierno de nuestra colectividad.

(Quizá incluso, nos ayuden a reconocernos -a las personas adultas- seres capaces e interdependientes, pero ese es otro cantar)

Lo podríamos resumir así: Las niñas y los niños…

1.- Tienen derecho. Desde la Convención de los Derechos de la Infancia de 1989 y las leyes establecidas a partir de ahi, ls niñs, por ley, han dejado de ser personas a las que educar y proteger para ser ciudadans de pleno derecho. Como cualquier persona tienen derecho, por ejemplo, a decidir sobre aquello que les afecta. Pero además de esta máxima de escucha y participación, prevalecen sus necesidades, opiniones o ideas en base al principio de «interés superior del menor». (Claro que, si este principio lo abordamos desde la práctica paternalista del «por tu propio bien».. nos quedamos como estábamos)

2.- Son capaces. Las personas, pequeñas y mayores, somos seres capaces y creadores. No capaces de saltar una valla de 3 metros ni capaces de arreglar una impresora, pero si capaces de hacer aquello que deseamos y necesitamos. Esta idea evidente, podría ser un principio integrador y saludable a la hora de acordar nuestras funciones o diseñar los espacios de relación-aprendizaje. Solo cada una de nosotras sabemos lo que deseamos y necesitamos. El resto, son presupuestos o proyecciones de quien tiene el poder de decidir. ¿Necesita una niña de cinco años saber leer? ¿Quiere un niño de ocho años aprender el martes a saltar el plinto? ¿Tiene una persona de doce años que esperar a tener 16 para hacer un proyecto de empresa?

3.- Lo necesitamos. Es evidente que lo que ahora tenemos -nuestro modelo de ciudad- ya no nos sirve. Y también que nuestras decisiones han fracasado en muchos sentidos. Las ciudades son incómodas para la mayoría de la población. Nos sentimos solas y abandonadas. Hemos delegado nuestra salud, nuestros conflictos, nuestra responsabilidad educativa.. el gobierno. Y hemos perdido el norte. Nuestra manera de hacer adulta, no es saludable ni democrática, no es sostenible ni innovadora. La mirada de la infancia, la mirada del diferente y su manera de hacer, el que aprende, son una oportunidad por hacer y ser de manera distinta. No perdemos nada.

Los peros que han surgido en la lectura, responden a una lógica de desconfianza en los deseos y caacidades de las personas. Y nosotrs, partimos de la certeza de que todas, niñas y mayores, deseamos y necesitamos crecer y ser con otras.

Pero ¿cómo podemos pedir a la infancia que participe cuando no deciden la ropa que visten? Cómo podemos cargarles con la responsabilidad de unos presupuestos locales, cuando no les dejamos decidir lo que necesitan aprender?

Si nos pusieramos de manera escrupulosa a ejecutar leyes de infancia tendríamos primero que repensar nuestras relaciones con el nacimiento y la salud. Después, por poner un orden, las relaciones familiares y lo que afecta a la vida en casa necesitaria una revisión amplia: lo que comen y lo que no, la ropa que usan, sus peinados o si se duchan cada dia o cada semana. Tendríamos que reconstruir las escuelas: sin estres y con cariño, pedian ls niñs del Consejo de Leioa. Sin currículums, porque si tods somos diferentes… para qué un plan para tods? Con menos paredes, para poder construir las relaciones sin límites de edad. Y al poco tiempo, tendríamos que pensar qué hacer en las calles, porque estarían en ellas.Todo el día conviviendo con nosotrs.

Y claro, esta pequeña reconfiguración de lo vital pondría otras evidencias/derechos sobre la mesa. Por ejemplo, un colchón social y económico para las personas adultas que asisten en sus primeros años a ls niñs.

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Así que, no solo votar, pero quizá tambien. Vamos imaginando las derivas posibles de esta comunidad que reivindica un lugar para la infancia. Que reivindica un lugar para mi, que soy diferente. Y a la vez, el derecho a la indiferencia, allí, más allá de las categorizaciones que se me presuponen.

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